Estoy sentado en mi oficina, por la ventana puedo ver un Tokio oscuro y desierto. Las astas del abanico circulan lentamente dispersando el humo de mi cigarrillo.
Rioko entra hecha un molino de viento, trastabillando con una bandeja en las manos.
-Darien -san ha terminado su café? - me pregunta con un hilo de voz.
-Si, lo he terminado Rioko.
-Desea más? - me pregunta con voz esperanzada. La verdad es que su café es horrible, frío y desahabrido, o a veces, demasiado caliente, pero no deseo herirla-ya he tomado suficiente, gracias Rioko-chan-esbozo una de mis mejores sonrisas complacientes.
Ella deja caer la charola de plata, provocando un estruendoso sonido en el suelo.
Si, eso es lo que le provoco, es tan... dulce e ingenua... demasiado para un mounstro como yo.
Me echo el saco al hombro y ella se disculpa un millón de veces-como de costumbre-pero yo la tranquilizo y le digo que no se preocupe.
-Nos vemos mañana Rioko-me despido al cruzar la puerta.
-Hasta mañana Darien -san-murmura con un suspiro.
Ella sonríe tímidamente.
Es linda, muy linda y su cara es tierna y angelical. Tiene 25 años. Pero parece de menos, con toda esa ingenuidad plasmada en sus ojos.
Aún así, no deseo mezclar las cosas. Ni pretendo perjudicarla, no sacaría nada con tener un breve romance con ella y después borrar todo y pretender que nada pasó, como es mi costumbre. No ella merece algo más que eso.
Avanzo por la acera, y el aire abate fuertemente en mi abrigo. Recuerdos vienen a mi mente de un pasado que deseo olvidar.
De mi pasado como vampiro. Fui un cazador nato, mataba por placer y enseñanza de mi maestro Kain.
El también era un cazador que me había convertido, a cambio de salvar mi vida.
Perdí la estabilidad de mi coche, aquella fatídica noche, que me encontraba con mi prometida Nanami.
Nanami no sobrevivió, lamentablemente tuve que ser testigo de su muerte al ver como su cabeza quedó decapitada a causa de su estrellamiento contra el parabrisas.
Cierro los ojos, no quiero volver a vivir aquello, me ha sentir miserable y solitario.
Pero debo aceptar, que a causa de eso, viví enojado con el mundo y la vida. Y ese odio y rencor lo volque hacia los demás. Así que mataba a todo aquel delincuente, violador y asesino que se me cruzaba y bebía de su sangre.
Me causaba repugnancia, pero al mismo tiempo calmaba mi sed de venganza y esa sensación de sequedad en la boca.
Mi maestro, Kain, estaba satisfecho de su creación, hasta que un día, me revele a sus instrucciones y partí de su guarida sin avisarle... Nunca más volví.
No se, donde este metido ahora, seguramente a cargo de otro miserable más... Pero algo es seguro, él nunca morirá ni yo tampoco, así como tampoco su resentimiento hacia mi por haberle abandonado.
Ahora, soy un importante detective de lo paranormal. He resuelto demasiados casos, tanto como los años que he vivido.
Y es por esta razón que me doy cuenta que no soy el único mounstro que existe.
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